Adiós cocinas adiós
De aquí a ná las cocinas habrán desaparecido de nuestras viviendas. ¿De todas? Nooooorrrrr. Solo de las de la gente corriente. La clase media-curranta -que ya son una- ha dejado de cocinar.
Nos las apañaremos con cuatro enseres, cuatro máquinas y cuatro cubos de basura apretujados en cuatro metros cuadrados.
Es el tiempo de la comida preparada, sea quien sea quien la lleve a casa, y de la restauración pública, que serán quienes, ya en exclusiva, den de comer a todo hijo de vecino del centro, del barrio, del extrarradio, hasta del pueblo y del extranjero.
Nuestros supers la comida fría abunda, están llenicos de envasados que apenas necesitan un golpe de calor y en ellos va ocupando más espacio lo ya cocinado. Cocinamos por y para usted, darling cliente. Hacen su propia competencia para seguir engullendo mercado.
La paradoja -que se me antoja irremediable- tiene narices pues resulta que los que menos tienen para gastar, en vez de reducir coste de vida comprando alimentos crudos y cocinándolos ellos mismos con el consiguiente ahorro, son y serán los que más abusen de esos hábitos que darán matarile a las cocinas privadas.
Solo y siempre quedarán las de los cuatro fool foodies de fin de semana de mercados y el cocínatelo tú mismo con tus muchos mecanismos. Benditos perturbados que mantendremos el tipo hasta el fin.
Y, por descontado, estarán las mayestáticas cocinas de las ricas mansiones en pleno desuso y mínimo rendimiento, salvo cuando las realquilen a un reputado chef que dé de cenar a sus amistades peligrosas o contraten servicio permanente. Bien para paliar el pleno empleo y aliviar sus remordimientos, bien para seguir una dieta adelgazante y saludable.
Todo esto afectará grandemente a esa curiosa relación que siempre ha existido entre el diseño y arquitectura interior de las cocinas de nuestras viviendas, la ordenación urbana y nuestra alimentación.
Miren si no a la historia de las soluciones habitacionales de ciudades como Tokio o New York. O la curiosa evolución de los tipos de cocinas diseñadas a lo largo del tiempo conforme a lo que se llamó la “ciencia doméstica” y su distribución eficiente, de donde salieron la cocina americana ahorradora de trabajo y la famosa “cocina Frankfurt”.
As time goes by, el ya universal adagio savariniano del somos lo que comemos va más allá ampliando su espectro y condicionando a disciplinas como la arquitectura, el urbanismo y la estructura de las ciudades en su relación con la alimentación, la comida y la cocina. También somos lo que las ciudades comen. Y desechan, que esa es otra, también.
Ahora, para enterrar las viejas cocinas, solo falta colgarle la percha de la sostenibilidad y meterlas en el armario, si es que caben. ¡No les cabe ná!
Chary Serrano
9 meses agoMuy buen articulo.
Desgraciadamente s bastante cierto, aunque de momento quedanos much@s con nuestras cocinas a pleno rendimiento