No me toques los boluñelos

En estas Navidades el adorno para el arbolito que rompe con todo son los boluñelos, es decir, esas redondas bolas fritas rellenas de cualquier salada extravaganza con las que cualquier cocineroso que se precie nos ha venido dando el cante durante el 2023.

Hasta las bolas de estas dichosas bolas estaba, feliz de meterme en casa por Navidad y olvidarme de ellas, cuando, sin comerlo ni beberlo, me las vuelvo a encontrar, orondas y lirondas, colgando de nuestro árbol.

¡Pero qué habré hecho yo para merecer semejante gastrocastigo cruel! Esa estampa arbórea no solo hiere mi refinado sentido estético-gourmet, sino también mi más bruto sentir gourmand, incapaces ambos de soportar este ambipur de fritanga y churrería que impregna el ambiente de mi casa…por navidaz.

Pero lo más chungo vendrá después cuando con los calores de la chimenea, esos pelotones empiecen a derretirse deshaciéndose de su tersura encofrada y comiencen a soltar lastre de toda índole. El chorreo árbol abajo será épico: crema de morcillicas en caldera de ostiones, espumas de sobrasada con fuá caramelizado, purés de papas morás con mango picante, bechamelas de ceviche de cangrejo de caparazón blando, espesas sopas de ajo con caviar cítrico, purés de judiones madurados 360, reventonas yemas de huevo curadas en miel de marihuana con…más caviar, chino por supuesto. Etcéteras.

Y es que hace falta tenerlos bien puestos y muy cuadraos para soportar semejante sobredosis de boluñuelismo. Sí, porque este año de pelotas preñás que termina está siendo más surrealista que las pelis de Buñuel. Os lo dice este viejo perro andaluz sexpistoliano: never mind the bollocks.

Me parece a mí que Santa será el único satisfecho al que todo se la suda y le encantará ponerse las botas dándose una pechá de rellenitas bolas con las que rellenar su panza y las de sus renos tós.Con su pan se las coman.

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