Muerte de lo divino de la muerte de lo gastró
No quiero seguir creciendo. En ningún sentido. A lo alto no puedo. A lo viejo no quiero. Y a lo ancho no me conviene porque mi redondez es ya notable y mi gordura suficientemente riesgosa. Soy peterpanero. Aún así, mi estupidez subconsciente me incita a seguir comiendo de forma exagerada y, por tanto, adictiva. Hasta ahora controlo mi citomanía. Soy gordo pero no pienso autodestruirme explotando por un último after eight tras una pantagruélica comida, tal cual hacía Mr. Creosote en “El sentido de la vida” montypythoniano.
Y es que estoy convencido de que el ambicioso e inusitado afán de rendimiento continuo y de crecimiento constante que impera hoy día en nuestra sociedad neo-post-trans-hiper capitalista, sólo nos conducirá a la perdición. O es que creemos que autoexplotándonos como bestias podremos recuperar el cuento/mito y reconvertir las mass minima granja de pollos y pienso en holgadas praderas de gallinas de los huevos de oro.
Porque, es esto lo que yo veo/creo que está pasando en todos los ámbitos, también en el de una gastronomía del siglo XXI ya reconvertida en un relevante gran sector industrial -véase Madrid Fusión’24- que va sumando otros subsectores de aquí o allá hasta llegar al no se sabe dónde del más acá. Y esto no ha hecho más que empezar. “Éxito rotundo”, rotulan las telerotativas.
Sí, de acuerdo, sí, sin duda, triunfazo; pero sólo de lo que concierne al más acá, de lo terrenal e inmanente -de la pela-, porque todo lo que concierne al más allá de la gastronomía, a su espíritu místico, que va desde los vapores de Santa Teresa hasta los del bullir de El Bullí y su revolución, pasando por los del grandeur, la nouvelle y la nueva, todo eso, se está evaporando tal cual lo hace la celestial angel’s share o parte de los ángeles, es decir, sin querer saber por qué, con la complicidad de todos y sin derramar una furtiva lágrima. Ha muerto lo divino de la muerte de lo gastró.
Ponemos todo nuestro empeño, nuestro no-ser, en las diligencias de la feria, la industria, las marcas, la erudición específica, la empresa, la ciencia y la tecnología, la comunicación y los big data y, por supuesto, en el éxito y la fama. Nos afanamos en los pormenores de la racionalización de los procesos de pre-producción y producción sin darnos cuenta de que su aplicación “lleva al mecanicismo y de que todo mecanicismo conduce a la tortura, que es su consecuencia”, como dice Ernst Junger. Y de ahí a la muerte de lo que de anímicamente bello tiene la gastronomía, no hay ni un paso. Es el dinero lo único que brilla (¡uy, perdón! que ya no hay dinero de ese)….just business!
Y es que la cultura del alto espíritu gastró ya no se cultiva, olvidando de raíz la común raíz etimológica de ambas cultas palabras. La de la palabra espíritu, por su parte, nos habla de conmoción profunda y es en ese sentido en el que afirmo que la actualidad gastronómica carece de espíritu. Por eso grito.
Porque si nos desocupamos de lo trascendente, pasaremos a ser solo flesh&blood. Si no dejamos que se nos vaya la olla, solo seremos carne de cañón. Si no alimentamos lo que de divino tiene el hombre-cocinero, solo seremos fuerza de trabajo. Si dejamos baldíos los campos de la emoción ¿con qué daremos de comer al alma? Por eso lloro.
Sé que estoy derrotado, solo pido una pizca de poesía, sivuplé. Y si no…pues desde luego no voy a hacer huelga de hambre, sino que desataré mi furia glotona hasta suicidarme a vuestra salud. ¡Señor Creosota, hijo de puta!
Rafael Poveda Bernabe
1 año agoGenial!!!
Sergio Chefwear
1 año agoQuerido Fernando, quédate con que fuimos unos afortunados de vivir in situ los mejores años de la gastronomía española antes de la eclosión digital…
Cuando los móviles no tenian cámaras, cuando no había pichalarguismo, ni comepollismo, ni zancadillas, cuando no había tanta saturación de información, ni influencers ni desinfluencers ni intrusos, ni gentucilla que en su vida comió caliente y ahora van dando lecciones (putos fudis), cuando o estabas en el sitio o no lo vivías…
Cuando podías ver a Gagniere o a Dani García dar unos capotazos a una vaquilla, al difunto Toshiro cantar y expresarse libremente sin miedo a una foto sorpresa y tantas y tantas cosas… En fin… Me hago mayor.
Te mando un fortísimo abrazo.