Bar El Camarón – Barbate

En este bar de Barbate a los camarones no les da tiempo a dormirse y, por lo tanto, en vez de irse con la corriente, van contra ella directamente a la masa de la tortillita, a la sartén y a la boca. Hay mil listas y ránkines de tortillitas de camarones, ese ídolo culinario gaditano, pues bien, la de este barecillo con cocina de mínimo espacio vital, debería estar en todas ellas y ocupar un sitio importante. Y sepan ustedes que, además, para remate del tomate, también las hacen de ortiguillas güenas.

A por ellas voy allí de cabeza, pero más de cabeza aún voy por la aguja y el pulpo seco hechos sobre la marcha a la llama con la ancestral técnica del quemadeos.

Y si le echan ustedes valor prueben, prueben a su vez si son capaces de ir dándoles vueltecitas a mano a esas tiesas “varas” de la mar en que se convierten tanto el belónido como el molusco.

Son sabores antiguos y auténticos los que se desprenden de estos animales que se han visto reconcentrados por la sequedad del aire y el sol en sus carnes y la vuelta a la vida que le da la llama: salinidad y requemado.

En el Camarón además de tapas frías como una ensaladilla superió, también se guisa, aunque se los traigan puestos de casa ante la escasez de sitio donde trajinar, y sus papas con choco en amarillo son muy serias y afamadas.

Pero lo que más afama y da caché a un bar-bar de este estilo, es su gente, sus propietarios, ya en tercera generación, que empezaron cuando aún no había cámaras para enfriar y sí barras de hielo; cuando lo que se consumía de bebida era vino porque la cerveza aún no había empezado a comercializarse en Barbate; cuando los marineros arresíos volvían de la mar e iban pallá con la paga quemándoles en sus bolsillos y el gaznate seco como la mojama; y cuando ya hubo esas cervezas, un par de ellos se metían de una sentá una caja entera de ellas sin rechistá.

Aún después de tantos años y tanto cambio, la barra de ese bar es lugar de encuentro, de amistad, de charla y cachondeíto, de cañita y paso atrás, de convivencia, de chismorreo y de vida. Toda esa vida de calle, de bebercio, comercio y tapeo que tanto nos gusta a los andaluces y que tantísimo nos identifica con lo que somos. Bar Camarón somos nosotros, todos o casi, nosotros mismísimos.

¡Qué Dios los bendiga!

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