Una sensibilidad – Meditación sensible: de la vivencia a la experiencia
Artículo publicado en 7 caníbales el 28/9/2009
Solo una cosa no es vana, la percepción sensual del instante.
// MAX STEINER
Los sentidos son las puertas siempre abiertas por donde a espuertas entran las sensaciones. La presencia de estas, siempre que sean buenas, es fuente de placer; su ausencia, de penas y desasosiegos. Obligados a sentir, somos esclavos involuntarios de nuestras percepciones. Sentir es la misma vida. Vivir es dejar hacer a los sentidos.
Sin embargo, vengamos de la mosca del vinagre o del mono, la raza humana ha llegado capitidisminuida fisiológicamente, por involución sensitiva, al siglo XXI: miope y sordomuda hacia el exterior, apocopada por las frustrantes restricciones culturales, de procedencia, civilización, moral, religión y costumbres, y demediada por las aptitudes personales de cada individuo. A la hora de aplicarnos al comer, los filtros de lo real de la «alimentación ingenua» a la que se refiere Josep de Haro nos dan la puntilla. En tales condiciones sería un contrasentido hacer una cocina contra los sentidos; hay que cocinar para ellos, para que se aviven y alerten,
revivan y rindan. Y se recreen.
Es claro que el acto de comer bien es, dejando atrás esa mera alimentación necesaria, un placer inmediato y efímero, una satisfacción directa de los sentidos, de uno mismo para uno mismo, un disfrutar del buen producto y la buena cocina, un sentir que es pura vivencia. Todo queda después tal cual estaba, poco cambia. Así una y otra vez.
Por estos tercos hechos, la razón gastronómica une necesaria y directamente los órganos sensitivos con el cerebro, porque lo que sentimos debe alimentar el pensamiento, que es donde de verdad vivimos lo sentido.
La comida también sirve para alimentar el pensamiento.
CLAUDE LÉVI-STRAUSS. Lo crudo y lo cocido.
Así, en ocasiones, por arte de magia potagia o por variadas circunstancias de toda índole, propias o ajenas, pero siempre con base en el buen o extraordinario hacer del cocinero con lo cocinado, lo que acontece nos toca la fibra sensible, nos hace emocionarnos, nos hace descubrir o desvelar sentimientos o recuerdos de uno mismo que no estaban presentes hasta entonces y que ya guardaremos en nuestra memoria como parte de nuestro continuo aprendizaje. Y que llevaremos con nosotros para poder rememorarlo en el futuro. La vivencia pasa así a ser experiencia. Y esta tiene consecuencias que nos pueden hacer cambiar y transformar lo existente.
Los sabores de los grandes platos nos cuentan, sin saber, sobre nosotros.
// HUY DE MALCOCINADO
Por eso, quienes quieran ir más allá de la mera ingesta, el disfrute en bruto y la felicidad de lo ingenuo; quienes elijan el camino, no exento de riesgo pero tampoco de satisfacciones superiores, del amor por la gastronomía, han de prestar verdadera atención y poner toda su capacidad de concentración a la hora de sentarse a comer y degustar, pues se trata de interiorizar lo sentido, ser consciente de sus complejidades y llevarlo al alma para que esta goce en el paladar y así, sin pudor, emocionarse con ello. Solo ahí reside la exquisitez.
Para Proust «el disfrute inmediato» no es capaz de lo bello. La belleza de una cosa «solo aparece mucho más tarde» a la luz de otra como reminiscencia.
// BYUNG-CHUL HAN. La sociedad de la transparencia.
La vía es la «meditación sensible», que prolonga lo sentido conforme a las exigencias emotivas y que, mediante la experiencia conjunta de la sensibilidad, la inteligencia y el análisis de las sensaciones, da vida a una nueva manera de sentir que se recrea cada vez que comemos en renovada virginidad de la emoción. Por eso me gusta hablar de Cocina Recreación.
El placer de la gastronomía es más fungible aún que el tiempo. Una vez comidos y conmovidos, lo apetecible se fue, pues no cabe zamparse una tórtola sin que vuele, y solo queda, tras el eructo, el ansia añorante de la comida por venir. Menos mal que somos unos imperfectos insaciables.
El buen gusto es la madurez insobornable del paladar. El buen paladar debe ser capaz de discriminar, delicado en las sensaciones, tener capacidad de reconocimiento y de percepción de analogías, asimilación y catalogación en los registros de la memoria gustativa y sensitiva. Ambas tout ensemble, hacen al comensal alcanzar el placer culinario más refinado.
// HUY DE MALCOCINADO