La gastronomía ibérica se ha convertido en un sector económico-industrial en toda regla. Y eso conlleva su normalización

Teta y sopa

En España estamos mal acostumbrados. Las recientes épocas pasadas han sido el paraíso del disfrute gastrohispánico porque hemos tenido de todo lo mejor y al mejor precio. Mejor imposible. Y hoy día aún sucede….aunque algo menos.

Porque la gastronomía ibérica se ha convertido en un sector económico-industrial en toda regla. Y eso conlleva su normalización. Es decir, la estandarización de los modelos de éxito. A todos los niveles. También en el de la alta gama de la cocina.

Todo y casi todos tienden a acomodarse. Los secretos de esas fórmulas que triunfan se cantan a cuatro voces y, una vez que esta se corre, todos la imitan, para solo cambiar con las nuevas tendencias que van apareciendo en pequeñas dosis de cuando en vez. Variaciones de un mismo tema que todos tocan. Se llaman modas. Así acontece en todos los sectores establecidos. La restauración, repito, es ya uno más.

En el find dining, este “ vivamos todos a gusto, sin sobresaltos, ni exaltaciones y hagamos estables nuestros negocios, que es lo que realmente nos importa, queremos y tenemos derecho”, es más que posible que conduzca a ese soporífero aburrimiento del que algunos venimos escribiendo y recién escribía Capel con acierto, como alarma e intención de mover el cotarro.  Pero también es cierto, como replicaba Mr. Espeto, que si lo que se oferta es alta cocina, más o menos clásica, bien hecha, es decir, gastronómicamente correcta, bienvenida y bendita sea aunque suponga cierta repetición del formato.

Respecto a la creatividad que muchos llevan a gala pero que en realidad es copiada de aquí y de allá, por tanto impostada, y que se está repitiendo hasta la saciedad y el soponcio en los pequeños restaurantes de ciudad “estilo michelín“, con gran beneplácito de la guía que supongo defiende que esto es bueno para la restauración española, ciertamente me aburren que me matan; por muy correctos y comme il faut que sean, carecen de la chispa de vida, de personalidad y atractivo para alguien que, como yo, está ya viejapelleja y no gusta de dis-gustos. Aún así, procuro visitarlos al menos una vez.

Pero tampoco creo que sea tan tan mala  su existencia como para poner el grito en el cielo gastró: “¡Todo está perdido. A las tabernas, todos a las tabernas!”. En absoluto. Quién sabe, quizás ellos, un día, en un futuro hoy invisible, lleguen a ser mejores o excelentes, aunque aún solo lo parezcan.

Tirando a dar, en esta sopa coloidal que es la gastronomía española hoy día, tenemos gloriosos y bizarros cocineros extra-ordinarios que se salen del pellejo como Ángel Aponiente León; que dicen no saber nada, pero lo apuestan todo como Andoni Luis Mugaritz Adúriz; que son genios o casi, como Albert Enigma Adriá; que son poéticos, como Javi Culler Olleros; que son  impresionantes, como Ricard Camarena o jodidamente sensibles, como Josean Nerua Alija; que son tan tan virgueros como el trío de Disfrutar; que son para pegar tiros, como Luis Lera; que hacen maravillas de la nada como Pedrito Sánchez Bagá; y muchos que caminan por senderos estrechos, propios y diferentes, como lo hacen en Andalucía, Dani García, Paquito Noor Morales, Benito Gómez Bardal, Dani Kaleja Carnero, Pedro Sabor Andaluz Aguilera, Edu Tohqa Pérez, Juan Carlos García Vandelvira, etc. 

Y es que hay mucho Pata Negra en el ruedo ibérico gastró . Tenemos sopa y tenemos teta, así que ¡viva la Pepa! Porque aquí ya de nada nos sirve eso tan románticamente casablanquero de “siempre nos quedará París“. España es París.

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