Naturaleza asesina
Por una misteriosa necesidad espiritual que ni todo el oro del mundo saciaba, el pensamiento humano se inventó a Dios -a uno, a varios, a cientos- para adorarlo y terminar así venerando su propia creación. Más adelante, gran parte de sus viejos teócratas certificaron su muerte para darle el puesto a El Hombre, posicionándolo, con o sin razón, como centro del universo. Luego, ahíta de su onanismo, la humanidad cometió suicidio inmolándose como diosa.
Fue entonces cuando el pensamiento posmoderno eligió y acogió a su heredada amada, La Naturaleza, como la nueva deidad incuestionable y esencial. Y a todo lo que por mano o voluntad del hombre la ha ido cambiando y, en contraposición, lo llamó Cultura.
A renglón seguido y a pesar de nuestro amor incondicional por Ella, pasamos a masacrarla sin contemplaciones hasta el punto de poner en peligro la supervivencia de su limitada expresión terrícola. Todo en pro y en manos del dinero de un crónico capitalismo exacerbado que hace que el Mundo-Tierra gire.
Y así ya estamos como al principio. A la casilla de salida. Vuelta a empezar. Círculo vicioso. Eterno retorno. Cada cual que elija su dios, pero la pasta por delante.
Decididamente, como leí un día a M. Vicent, el hombre es un mono con piel de cerdo que se ha vuelto loco.
Y que cocina, añadiría yo. Pues me da por pensar en todo esto cuando oigo a la baja, media y alta, grande y presa cocinería gritar a boca llena la defensa de la naturaleza que les da de comer en aras de una sostenibilidad con la que luego hacen lo que les viene en gana y como les da la gana. Su discurso sostenible no se sostiene por muchas distinciones verdes que les sean otorgadas por quienes fabrican ruedas o refinan petróleo a manos llenas. ¡Venga ya! Todos sabemos que en la mayoría de los casos sus méritos se sustentan en dar a las verduras más protagonismo en sus menús, comprar algunos productos de cercanía, nombrar, dar algo de cariño y sacarse algunas fotos en el campo/mar o charlando con pequeños productores, hablar de aprovechamientos integrales, tener un huertecito propio o comprar parte de su pescado a quien a su vez dice pescar con prácticas sustentables. Mero ecopostureo.
Basta ya de tanto discurso vacuo y pobre de pensamiento impostado y lleno de vacías palabras altisonantes sobre el respeto y cuidado de la tierra y la mar. Mucho fu-fu y poco ñaca-ñaca.
Y digo yo, ¿no estará en nuestra naturaleza ir contra La Naturaleza? Quizás hayamos de repensar esa idea reduccionista de una Naturaleza incuestionable, hierática e intocable, es decir, endiosada, pues nosotros mismos somos también naturaleza y ella nos ha hecho evolucionar hasta ser tal cual somos: depredadores por naturaleza. Naturalmente que sí. La gastronomía tiene que pasar a la acción. Hay que replantearse el modelo en profundidad, lo demás son paños calientes. La restauración es hoy día un sector económico más, frío e industrializado, que, dependiente del gran consumo, contribuye como el que más al deicidio de su diosa Naturaleza. Aquí te pillo, aquí te mato. Esa es la realidad, aunque haya, que las hay, honrosísimas excepciones que excluyo de esta feroz crítica. Dicho sea, eso sí, con toda la naturalidad del mundo.
Foto de Rapha Wilde en Unsplash
Manuel
1 año agoCompletamente de acuerdo contigo.
Fernando Huidobro
1 año agoGracias por leerlo y alegría por estar de acuerdo