«Llamadme AL». Fernando Huidobro sobre Aponiente
[vc_row][vc_column][vc_column_text]“Si me pedís que explique las razones del fracaso o del éxito, sólo puedo deciros que la canción del pescador se sumerge en las aguas”. La tuya, desde cuando ni siquiera tu memoria recuerda, también. Tú eres Ányelin Drim, el que sueña el horizonte del mar. Tú eres Blue Einyel, el de la triste mirada de preocupación marina, el de los ojos azules de tanto mirar la mar, el de la lengua azul de tanto comer el mar, el de la sangre azul de tanta adicción al mar. Tú eres Ángel León, “el que amontona el viento y caza la liebre con el buey de mar y nada contra corriente”. Eres El Chef del Mar.
Pero ¿podemos llamarte Al?. Has navegado mil estelas y seguido mil estrellas. Incidentes y accidentes. Corriendo riesgos. Aprendiendo. Ibas y venías. De tierra afuera y de mar adentro. Aquí acunado, allí angustiado. ¿Por qué te sentías en medio de la nada, corto y blando, a pié de calle seca? Una joven pero larga lucha te tuvo amarrado al duro banco de galeras cocinescas, ambas manos en los fuegos, ambos ojos en la mar, desnortado, ¿Cuántos menús tenía un cocinero que montar antes de ser considerado un grande? ¿Cuántos mares tenía un marinero que navegar antes de poder descansar en la arena? ¿Cuántos Aponientes tenía su chef que sufrir antes de poder Levantarlo?
Ni siquiera en estos vientos encontrabas la respuesta. Soplabas contra ellos. Aprendías más para saber contestar-te. Era un mundo extraño en el que sólo los locos creían en los ángeles. ¿Temías a la muer-te? Sin embargo, concienzudo, mudo y tozudo, convencido anduviste, a la inquieta espera, de que todo llegaría como las olas seguían llegando a tu orilla, al puerto de tu pensamiento. Y con Juanlu a tu otra orilla remasteis y nadasteis de espaldas avanzando hacia tu meta, sin dejar de tender puentes, sin quemarlos al paso, sobre las aguas turbulentas. Hoy tu nave va.[/vc_column_text][vc_column_text]Tu resta rebosa, amablemente, de gente y bulla. Creas platos sublimes, bellos y buenos, lucientes perlas sin parangón; das de comer el mar y enseñas sus veinte mil lenguas submarinas a la comunidad sirviéndole en sutil vajilla su sapiencia pura y útil. Has alcanzado un menú para todas las sabidas sapiencias. El mejor. Inicias Blanc en Mandarín Barcelona. Ruedas documental para Rtve. Colaboras con la Despensa de los Guzmanes y el histórico archivo del Ducado de Medina Sidonia repasando el pasado. Has convertido el plancton en una realidad alimentaria de calidad. Investigas con el Centro de Investigaciones del Mar y te preparas para abordar un molino de mareas que marea: Aponiente Sobremar.
Y quimeras en Aponiente Bajomar. Llega tu tiempo. Todos tus sueños están en camino. Mira como brillan. Y mira también las chiribitas en los ojos de tus adictos comensales. Más brillan aún. Ya no te dan miedo, ya no te mienten. Has encontrado su punto, has encontrado tú punto: de sal, de cocción, de hechura, de sabor, canalla y filipino. Redondo. ¡Qué puntazo! Unos cuantos valientes van contigo, soberbios, erguidos y fuertes. También yo. No dudan, siguen a su capitán, te guardan tus mojadas espaldas salinas. Navegan justo detrás de ti por si algún día vuelve a caer, sin piedad, la noche de la mar, que no puede dejar de serlo. ¡Ah del barco! ¡Chef del Mar! Gritarán. Y entonces, sin bacilar, se tenderán como un puente sobre aguas turbulentas y aliviarán tu mente. “Tú puedes llamarme Al”. Uno a uno les dirás. “Llámame Al”.
* Con una pequeña ayuda de J.A. Valente, Paul Simon&Garfunkel, J. Gomá, Piratas del Caribe, Golpes Bajos, Bob Dylan y L. de Góngora.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]