Espectaculares apariencias
El que las apariencias se conviertan en el factor clave de la restauración española parece ser inevitable. Y creo que es un peligro eminente para su cocina.
Lo digo ahora precisamente, porque es en esta estación estival y vacacional cuando esta cuestión y su absoluta mercantilización se hace más patente.
Nótese también que digo “cocina” y digo “restauración”, porque es importante diferenciar y darse cuenta de que no son la misma cosa y lo que se dice o aplica para una no tiene por qué servir para la otra.
Y cuando digo, apariencias, me estoy refiriendo a todo lo que rodea su organización socio-empresarial y su exterioridad, e incluyo en ellas todo aquello que no está referido a la cocina en sí y su calidad, sino a la parafernalia idealizada que la rodea: moda y lifestyle, pompa y lujo -de distintos niveles-, marketing, naming y otros ‘ings’, discurso y experiencia, vistosidad y decoratividad, relaciones y alegre vida social, música, dancing y divertimento/entretenimiento, etc etc.
No me rasgo las vestiduras ni me despeloto ante toda esta corriente circense y supra-hedonista hacia la que se ha encaminado la restauración, en absoluto, los empresarios de la cosa saben lo que hacen y necesitan para mantener sus negocios; lo que, por ende, suele coincidir con lo que la gente quiere y demanda. A mí también me gusta observar el espectáculo de vez en cuando, aunque reconozco que cada vez menos al sentirme excluido como partícipe genuino.
Porque no soy capaz de dejar de repensar en la “farsa/fake” de esas promesas e ilusiones que se venden y son consumidas por el cegato e ingenuo consumidor en que todos nos hemos convertido. En la sumisa asunción de ese falso optimismo al que nos someten los medios y sus publicidades. En la ausencia total de una crítica dialéctica hoy engullida por este perverso sistema espectacular y reconvertida en buenismo, interés económico o mera ignorancia. En la ridícula buena voluntad teóricamente indignada de las cuatro voces que aún hacemos como si nos rebeláramos o protestásemos. Y en las cuatro veces cuatro otras voces calladas en su silencioso emboscamiento del que posiblemente nunca ya asomen la nariz ni la barriga. También en los cuatro héroes que aún perviven y malviven siendo fieles a la crítica.
Sí, porque pienso que TODO esto no es la realidad verdadera, sino puro espectáculo. Tremendo show business que se come por las patas y cual pajaritofrito al comensal-espectador, al que, con toda la razón, toma por un papafrita y, por tanto, desprecia, convirtiéndolo en un alienado culinario y matando así toda esperanza gastronómica.