Aponiente: saladas lágrimas
La lluvia caía delao. Un endiablado viento horizontal la empujaba con tal fuerza que, en los dos minutos que tardamos en ponernos a resguardo, el agua nos caló hasta los huesos. El poniente gadigitano se cachondeaba así de nosotros: “¡bienvenidos, hijos de puta!”
Tras estos tormentosos prolegómenos que empaparon y alteraron el ánimo del aperitivo en los cubiles, para volver en mí y no morir en el intento, tuve que mudar mi chiguato aliño indumentario todo él: exterior e interior. Fue así como hice mi rentrée en el comedor de Aponiente 2024: desnudo como los hijos de la mar.
¡Bendita seas lluvia! ¡Bendito seas viento! Que mis sobras llevasteis mar adentro dejándome puro ante el reencuentro. No cupo mejor comienzo. Esta página y yo aún estábamos en blanco.
Y la nave partió. Manteniendo rumbo y ruta, atando los cabos que, a cientos, la mar oculta, desvelando cuanto de comer allí aún aguarda y cocinando más allá de la imaginación julioverniana. Y así, mientras nuestro contento y nuestra alegría iban en aumento, por los fondos marinos anduvimos, leguas y leguas hasta su feliz confín, todo el nuevo y fascinante menú de la casa. Enrólense.
Cada temporada que recomienza, al salir y volver la vista atrás hacia ese viejo molino que amo volver a visitar, tengo la sensación de que las mareas lo mueven adentrándolo cada vez más en la mar. Y me pregunto si lo volveré a pisar.
Mientras conducía solo a casa recreándome en mi vivencia y fantasia, recibí un mensaje de Ángel. Fue entonces cuando, esta vez, la caprichosa emoción entró y salió de mí, de nuevo mi caparazón chiguato cayó desarmado y las lágrimas saltaron a mis ojos. Y rememoré otros lloros de otras épocas.
Supe que cuando algo ahí dentro de tí arde como una hermosa llama que no puedes negar, es que un amor, ciego y verdadero, revive. Es entonces cuando toca oír y cantar “Smoke gets in your eyes”. Y eso fue lo que hice. Cocina Recreación.
*Con una pequeña ayuda de mis amigos Antonio Machado, The Platters y Bryan Ferry.