[vc_row][vc_column][vc_column_text]Pensaba yo, iluso de mí, que con esto de estar calvo y rapado y ser ya mayorcito evitaría que me siguieran tomando el pelo, pero ¡quiá!, con esto de la globalización nos lo toman a todos juntos, desde lejos y sin que uno pueda hacer nada por evitarlo.
Se levanta uno por la mañana tan ricamente, ataca el día incluso con buen humor y disposición y, para ayudar, un desayuno como Dios manda (si es que se mete en estas cosas, que lo dudo) y cuando aún no le has endilgado el primer bocado a la tostada con manteca colorá, ¡zás!, en la segunda página del periódico ya telancolao: te topas con la jeta de cualquier presidente de banco en el cuadro de honor del día, al que le ponen todo tipo de flechitas hacia arriba o estrellitas o «yoquésequé», le felicita, le enhorabuenan, etc., etc., porque este semestre su entidad ha ganado no sé qué equis por ciento más que el anterior ¡leñe, qué mérito!: les dejamos nuestra pasta, les ingresamos nuestros sueldos, les subscribimos fondos de pensiones, nos pagan céntimos de intereses, nos lo vuelven a prestar pagándoles, esta vez, euros enteros e hipotecando además nuestras casas, nos cobran comisiones hasta por ver cómo andan nuestros ahorrillos o comprobar nuestro «músculo financiero», y encima nos tratan como palurdos cuando preguntamos cualquier gestión ininteligible de esos extractos con que nos avasallan para hacer ver que son legales y pulcros.
Sin embargo, aún no he visto en ninguna de esas secciones de los periódicos la foto de ninguno de nosotros: «fulanito de tal, cliente del banco ZBX, quien este mes, ha abonado un 19% de intereses por tener en números rojos su cuenta corriente durante diez horas». ¡Eso sí que tiene mérito![/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]